jueves, 2 de mayo de 2013

Pequeños gestos

A veces alcanza con una sonrisa. En medio del vértigo en que estamos inmersos, corriendo de la mañana a la noche, caminando apuradísimos por la calle y por la vida, sin registrar que "eso" que pasa al lado es semejante,- incluso un semejante que tampoco nos registra y que, tal vez, nos lleve por delante sin más-, un gesto, un pequeño gesto, un gesto mínimo, como una sonrisa, puede devolvernos al reino de lo humano; puede hacer que, por un instante, el mundo pase de ese lugar hostil que nos rechaza, aun refugio capaz de cobijarnos. Es notable el efecto balsámico que una palabra amable puede ejercer aun sobre el ánimo más crispado. Una frase, dejada caer como al pasar, con un buen augurio, puede alegrarnos la jornada y hasta predisponernos mejor para afrontar lo que resta. "Que tengas un lindo día", apenas eso, opera como un energizante del ánimo, y un conjuro frente a cualquier cotidiana tempestad. A tal punto que, más de una vez, a la hora de elegir un restaurante o café, me he encontrado tomando, como principales causas de decisión, la gentileza de los mozos, y lo esmerado de la atención. Un taxista que se ofrece a esperar hasta que nos abran la puerta de calle, un empleado solícito que se empeña en averiguar qué pasa con nuestro demoramiento trámite, una enfermera compasiva, que abraza al familiar que sufre a la par del enfermo... Pequeños gestos de humanidad que nos rescatan del abismo en que a veces parece sumirse la propia existencia, por causas mayores o menores. Volviendo al comienzo, vale recordar esa frase de Emmanuel Kant: "Como el camino terreno está sembrado de espinas, Dios ha dado al hombre tres dones: La sonrisa, el sueño y la esperanza"
Silvia Fesquet

No hay comentarios.:

Publicar un comentario

Escribi aca tu comentario n.n